Estoy
en mi dormitorio, tendido boca arriba sobre el mismo colchón, y con el murmullo
del piano golpeando las paredes en voz baja. Y siempre preguntándome por qué,
mire donde mire, esté donde esté, haga lo que haga, termino pensando en ti.
Siempre fui el de la lógica y la razón, el de los puntos seguidos con finales cerrados, pero
hay veces en las que ni siquiera la explicación más sensata ni las palabras más bonitas del
mundo son capaces de llegar a explicar el porqué de esas ganas de llorar cada vez que me
miras a los ojos.
del piano golpeando las paredes en voz baja. Y siempre preguntándome por qué,
mire donde mire, esté donde esté, haga lo que haga, termino pensando en ti.
Siempre fui el de la lógica y la razón, el de los puntos seguidos con finales cerrados, pero
hay veces en las que ni siquiera la explicación más sensata ni las palabras más bonitas del
mundo son capaces de llegar a explicar el porqué de esas ganas de llorar cada vez que me
miras a los ojos.
Y, ahora, todo eso ya no
me importa. Tan sólo me basta con cerrar los ojos... y respirar.
Te quiero.
(Smoking books. Gavin Mikhail, 2010)
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